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Las Fallas de la riada
PAULA GUERRI
12 MAYO 2017
Hace 60 años uno de los sucesos más devastadores asoló Valencia, llevándose sus calles y con ellas 81 personas que perdieron la vida. En 1958 las fiestas falleras demostraron el fervor de los valencianos por hacer frente al desastre. La celebración, bajo el nombre “Las Fallas de la Gratitud”, fue un tributo a todas las peripecias pasadas durante la riada del Turia.
Las Fallas, esa fiesta de la pólvora, el color, el arte y de alguna que otra paella. Pero más allá de lo generalmente conocido, en la retaguardia, existen un sinfín de normas protocolarias, organización y coordinación, trabajo en equipo, y muchas veces decisiones como la que un día el pueblo valenciano tuvo que tomar tras el desastre de la riada.
Los barrios valencianos se encontraban sumidos en las consecuencias del desastre. Junto con los fallecidos y los heridos, las pérdidas materiales también supusieron un azote a una economía marcada por las secuelas de “la helada de la naranja” de 1956. Los casales se inundaron echando a perder todos los archivos y testimonios de su historia, borrando la memoria de los falleros. Asimismo, muchos talleres pequeños, donde ya habían comenzado a realizar esbozos de los monumentos falleros, sufrieron la misma suerte.
La fiesta fallera de 1958 fue escenario de un doble hecho de interés. Por un lado el homenaje que Valencia rindió al pueblo Español por la ayuda prestada, y por otro el discurso que Martín Domínguez, periodista y entonces director de Las Provincias, realizó como mantenedor de la fallera mayor. Domínguez, inició un debate cívico, mediante el cruce de artículos con su amigo y alcalde de la ciudad (Tomás Trénor Azcárraga), en el que sugería la suspensión de la fiesta. Sin embargo, el marqués del Turia rechazó esa idea, aun con la presión del arzobispo, Marcelino Olaechea, quien se mostraba contrario a la celebración de las fallas de 1958. Cierto es que los círculos eclesiásticos ya habían demostrado en otras ocasiones su oposición al calendario fallero, por su aproximación a la Semana Santa o a la Cuaresma.

Boceto de la Falla Plaza del Caudillo de 1958

Tomás Trenor de Azcárraga, alcalde de la ciudad, en el llibret de la Falla Plaza del Caudillo
Martín Domínguez apoyó la decisión del alcalde a través de una serie de artículos titulada “En Caliente”, además de intentar incentivar el ánimo colectivo de los valencianos. Las fallas serían el resurgimiento de la ciudad después de la tragedia, demostrarían su gratitud a España por la solidaridad y la ayuda recibida. En la Junta General Extraordinaria de presidentes del 7 de noviembre asistieron todas las fallas, expectantes ante una decisión que afectaría al conjunto de la ciudad. El voto fue un sí a las fallas del 58, pero lejos de ser un tributo al suceso pasado, se convirtieron en un homenaje al régimen franquista, al servicio de las autoridades.
El monumento plantado en la plaza del Caudillo carecía de sátira. Fue un tributo a todos los españoles que acudieron en ayuda de Valencia durante la riada. Como bien dijo el artista fallero encargado de realizarla, Joan Huerta Gasset, para el llibre faller de 2008: "si a la falla li lleves la gràcia no és res. Allò va ser una cosa seria, un homenage". Y así fue como el monumento se compuso de figuras que representaban las diferentes regiones del país. En lo alto se elevaba una matrona que simbolizaba España. A continuación un fragmento de la explicación de la falla del llibret Falla Plaza del Caudillo:
“La falla que se comenta es, amable lector, más bien un efímero monumento elevado por la gratitud de Valencia al resto de España por el gesto de altruismo y solidaridad demostrado, tan espontáneo y eficaz en momentos de angustia y tan críticos para Valencia.”
Los actos exaltando los valores patrios y la propia ideología franquista no faltaron. La corte de honor fue constituida por 17 jóvenes provenientes de diferentes regiones españolas. También es el caso de la Cabalgata del Ninot, donde su talante carnavalesco y crítico fue sustituido por una cabalgata de exaltación nacional. El protagonista fue un gran mapa de España. De cada región salía una cinta que representaba la ayuda prestada a Valencia, y que era llevada por una mujer vestida de valenciana. Hasta el acto de la Ofrenda a la Virgen tuvo un guiño especial a estas muestras de patriotismo. La actriz Carmen Sevilla asistió como invitada, desfilando con la falla So Nelo, por la ayuda prestada para recaudar fondos.

Corte de Honor de las Fallas de la Gratitud (Llibret Falla Plaza del Caudillo)
Sin embargo, a pesar de que fueron unas fallas marcadas por la falta de crítica, la sátira o la chirigota, uno de los momentos que pasaron a la historia fue el reivindicativo discurso de Martín Domínguez como mantenedor. El discurso Valencia, la gran silenciada, más conocido como Cuando enmudecen los hombres… ¡hablan las piedras!, Domínguez reflexiona sobre Valencia y los valencianos deslizando ideas cívicas y valores morales. No solo habla de la censura a la lengua sino que hace referencias a la falta de ayudas por parte del Estado después de la riada. Un discurso que quedó grabado en la memoria colectiva por esas palabras que reclamaban un mayor afecto por la lengua y la cultura valencianas.
Los actos exaltando los valores patrios y la propia ideología franquista no faltaron. La corte de honor fue constituida por 17 jóvenes provenientes de diferentes regiones españolas. También es el caso de la Cabalgata del Ninot, donde su talante carnavalesco y crítico fue sustituido por una cabalgata de exaltación nacional. El protagonista fue un gran mapa de España. De cada región salía una cinta que representaba la ayuda prestada a Valencia, y que era llevada por una mujer vestida de valenciana. Hasta el acto de la Ofrenda a la Virgen tuvo un guiño especial a estas muestras de patriotismo. La actriz Carmen Sevilla asistió como invitada, desfilando con la falla So Nelo, por la ayuda prestada para recaudar fondos.